«Este libro me enseñó todo» me dijo un amigo de la familia.
Al ser una afirmación tan ambiciosa por su parte, miré el libro con curiosidad. Sus dimensiones no me atraían, me canso rápido de las historias (y de casi todo) y Dime quien soy cuenta con 1100 páginas. Yo enfoco lecturas de este tipo como un proyecto.
Ahora que lo he leído me he dado cuenta de que «todo» se refería a una lección de historia pura y dura desde el final de la II República española a la caída del muro de Berlín. Nuestra historia más reciente (carga política incluida) y la peligrosidad de los totalitarismos sin hacerse pesado, todo lo contrario.
Su protagonista, Amelia Garayoa, no es ninguna heroína. Le van pasando cosas horribles durante la novela, todo como consecuencia de sus desacertadas decisiones en un contexto poco favorable. Es decir, no es una mártir del destino y eso me ha gustado mucho.
Es cierto que a esta novela no le hacen falta piropos, ha sido y es la favorita de muchos lectores. Pero le encuentro algunos fallos como, por ejemplo, atribuirle a Amelia el tan explotado cliché de «rompecorazones«. Todos los hombres se quedan prendados de ella y constantemente se la describe con atributos físicos atractivos y perturbadores. Es muy cansino que se sigan perpetuando los cánones de belleza en las ficciones.
El hilo conductor es Guillerno (tataranieto de Amelia, que hace la investigación de su vida) y éste sólo desinfla la trama. Le resta ritmo. Se podrían omitir sus apariciones y el libro seguiría gustando igual con menos páginas (toda una ventaja).
Y por último, la estructura. La obra se compone de 4 partes tituladas (ATENCIÓN) por los nombres de los grandes amores de Amelia. No, por favor. Hay mucha información en el libro para debatir, para aprender, para seguir buscando lecturas relacionadas, artículos, documentales. Su autora habrá hecho un trabajo brillante (de años imagino) y ¿había que titular las partes con los tíos que se meten en la cama de la protagonista?
Afortunadamente, estos detalles no te impiden disfrutar de la su lectura. Está bien narrada y (exceptuando a Guillermo) tiene un ritmo que te mantiene alerta.
Entre mis gustos literarios, el teatro compone una parte importante. Por eso cuando vi la serie «La otra mirada» no pude resistirme a leer la obra que un grupo de chicas representan. Escrita en 1879 por Henrik Ibsen, se ha catalogado como una de las primeras obras teatrales con tintes feministas. Y esto a mi me huele un poco a podrido.
Quizás fuera la primera obra feminista con repercusión pero me aventuro (y me recreo, para qué nos vamos a engañar) pensando que hubo alguna mujer anteriormente que dijo lo mismo o más y pasó a mejor vida sin pena ni gloria.
En cualquier caso Ibsen (parece que esto viene de lejos) no quiso ser etiquetado como feminista (palabra maldita para muchos) e hizo su disclaimer en una conferencia en Noruega. (Ay, Ibsen… con lo bien que ibas)
«I must disclaim the honour of having consciously worked for women’s rights…to me it has been a question of human rights.»
Casa de muñecas es una crítica brutal a las normas matrimoniales del siglo XIX que al parecer, causó gran controversia por poner en tela de juicio a la familia. Repito que fue publicada en 1879.
Su protagonista, Nora, se presenta como una mujer caprichosa que disfruta con el paternalismo condescendiente de Torvaldo, su marido. Lo cierto es que ella se ve forzada a pagar una deuda que contrajo a espaldas de éste para salvarle la vida. Este secreto llega a un tercero que le chantajea y amenaza con contarlo.
Finalmente, aunque hayan mediado otros personajes para que el secreto no salga a la luz, Torvaldo acaba enterándose de todo y juzga duramente a Nora.
Con la información que había leído antes de empezar la obra no me cuadraba que fuese catalogada feminista, ya que los dos primeros actos son más bien ñoños y llenos de clichés. Es en el tercer acto cuando Nora toma las riendas de su vida y la decepción no la deja seguir como siempre. Las páginas finales son abrumadoras.
Flujo de conciencia: técnica literaria que busca describir el punto de vista de un individuo proporcionando el equivalente escrito de los procesos de pensamiento del personaje. Estilo fuertemente asociado al movimiento modernista.
Si dejásemos libres (por escrito) todos nuestros pensamientos y reflexiones, con sus tropiezos, distracciones, saltos, limitaciones intelectuales y morales e intensidades ¿creéis que el resultado sería un texto perfectamente estructurado y comprensible para alguien que decidiera leerlo 93 años después?
La maestría de Virginia Woolf le permite no sólo salir airosa usando el flujo de conciencia, sino también no descuidar en ningún momento la belleza y nostalgia de su particular estilo literario.
La historia transcurre durante un día completo en la vida de Clarissa Dalloway mientras prepara una fiesta para sus amigos y conocidos que se irán presentando a lo largo del libro.
La presencia de la ciudad de Londres es muy significativa en los textos de Virginia y esta obra no es una excepción. A mi me transporta a la época en la que viví allí.
Aprovecho para recomendar «Paseos por Londres» , una recopilación de relatos que muestran el cariño de Woolf por esta agitada ciudad.
Este libro tiene un carácter intimista narrando los miedos y deseos de algunos personajes pero a la vez, no deja de retratar la sociedad burguesa victoriana ni las devastadoras consecuencias de la primera guerra mundial, a pesar de las apariencias.
En mi opinión los puntos débiles de la obra son, en primer lugar la carencia de estructura (capítulos o partes). Soy de esas personas que leen varios libros a la vez y esto me dificulta mucho dejar la historia para retomar otra; en segundo lugar en la parte final (la fiesta) me parece que se acelera mucho el ritmo mientras describe a los asistentes. Afortunadamente, aparece Sally, que va a salvar el cierre del libro.
Es muy interesante cómo la autora describe las sensaciones de Septimus, un excombatiente de la primera guerra mundial que sufre consecuencias psicológicas para las que no había respuesta ni ayuda médica en la época.
Aviso: No os dejéis engañar por sus pocas páginas. No es un libro con el que se vaya a congeniar inmediatamente. Hay que poner atención, sobre todo al principio, para adaptarnos a su forma narrativa. Aún así, merece mucho la pena ese primer esfuerzo.
Si pienso en el momento que empecé a leer fervientemente creo que fue cuando falleció mi padre. Gracias a él siempre arrastré amor por los libros, pero era una afición discontinua, más equilibrada quizás y menos obsesiva.
La lectura, desde entonces, se ha convertido en un bálsamo. Un bote salvavidas que a veces hace de refugio, otras de escondite, otras de ventanas por las que saltar, pero también en algo estrictamente necesario en TODOS mis días. Aire.
Me recomendaron «La ridícula idea de no volver a verte» de Rosa Montero hace más de un año (diría que incluso dos) y a mi me parecía meterme en la boca del lobo por tratar el duelo y la pérdida. Por mucho que se haya suavizado el dolor a veces despierta repentinamente y te invade una sensación de vértigo desesperante. Así que compré el libro y lo aparqué, para cuando estuviese más fuerte (ilusa).
Lo empecé en un repaso de estantería y, sorpresa, lo he leído en dos sentadas. Rosa Montero a través de los diarios de Marie Curie tras la muerte de Pierre, reconstruye la vida de la científica y todas las dificultades que encontró en el camino mientras las radiaciones la estaban destruyendo.
Sinceramente, a mí la ciencia no es un tema que me apasione pero ¡qué interesante! Se cuentan detalles muy curiosos tanto biográficos como de la sociedad en la época, sin necesidad de conceptos ni estudios previos.
No deja de ser un ensayo en el que la autora limpia sus lágrimas tras la pérdida de su marido. Pero, sin menospreciar este segundo plano, (que en realidad es el origen del texto) el duelo de Rosa parece intrascendente por la inevitable comparación con los acontecimientos en la vida de los Curie.
¿Recomendable? Mucho. Nadia casi siempre acierta. Gracias gallega.
Este fue el primer plato fuerte de 2018. Empecé suave el año, con lecturas fáciles y cómodas para mis prejuicios. Pero llegó la violencia que Despentes vertió en este libro. Ella misma afirmó en entrevistas, con cierta perspectiva, que actualmente no escribiría Teoría King Kong en ese tono hostil y de odio que desprende.
Había sido censurada la adaptación al cine de su libro Fóllame, que había guionizado y dirigido junto a Coralie Trinh Thi, y estaba enfadada con el sistema y eso se nota. Mucho.
A modo de autobiografía Virginie pone encima de la mesa muchos temas como la cultura de la violación (el rechazo al silencio y al recato que se supone que la víctima debe guardar), la prostitución, el matrimonio, la represión del deseo, el gusto por la sumisión y el feminismo, la pornografía, entre otros. Todos ellos tratados con mucha crudeza. Sin edulcorantes ni filtros, utilizando el libro como su espacio íntimo de desahogo.
Da puntos muy válidos, otros que no lo son tanto. Pero en ambos casos, te obliga a reflexionar sobre realidades que a mí, desde mi posición y circunstancias, no se me han planteado de otra forma.
Y desde el momento en que lo terminé supe que necesitaba releerlo para volver a tener de frente esas realidades y crearme una opinión más abierta. Y lo haré, pero a saber cuando.
Sturm und Drang: Movimiento literario desarrollado en Alemania en el siglo XVIII que estableció como fuente de inspiración el sentimiento en vez de la razón.
Uno de los máximos exponentes en este movimiento (también manifiesto en la música y las artes visuales) fue Goethe, autor de obras tan importantes como Fausto o de la que hablaremos hoy.
Las penas del joven Werther llevaba tiempo en mi lista de libros por leer, pero me provocaba cierto respeto y rechazo por la temática del suicidio.
Es una novela epistolar corta (menos de 200 páginas) publicada en 1774 que tuvo notable éxito entre los jóvenes de la época, cansados de la imposición tiránica de sus padres para pactar matrimonios de conveniencia. El racionalismo decae frente al «yo» más apasionado y el protagonista, desencantado, decide terminar con sus días.
La premisa es que la pasión por un amor imposible lleva a nuestro joven a acabar con su vida. Sin embargo me parece injusto reducir esta obra a un tema amoroso ya que la carga de decepción por el funcionamiento de la sociedad y la crítica feroz a la religión ocupa más de la mitad de la obra. Es, desde mi punto de vista, el hastío vital el que hace que cualquier persona en algún momento de su vida se sienta identificado con Werther.
Sobra decir que me encantó ¿verdad?
Curiosidad: En 1772, Goethe conoció a Charlotte Buff, prometida de su amigo Kestner, de la cual se prendó. Esta pasión frustrada inspiró esta novela que causó furor en toda Europa.
He decidido empezar 30 días 30 libros con tres libros de sopetón. Tengo mis razones: la primera de ellas es que son del mismo autor y la temática es igual, la segunda es que con el tiempo no logro diferenciarlos por separado para hablar de ellos, y la tercera es la intensidad. Y si esto se convierte en 30 días 33 libros tampoco pasa nada. Vivan los triángulos.
Hablo de La noche en que Frankenstein leyó El Quijote, La sangre de los libros y El séptimo círculo del infierno de Santiago Posteguillo (reciente galardonado en los Premios Planeta 2018). Sobre el primero ya hice un apunte cuando lo leí en enero.
Su objetivo común es hacer aún más interesante y atractivo al lector el mundo de la literatura. Ahí es nada.
Son obras que, mediante capítulos cortos, presentan curiosidades y anécdotas de la literatura universal casi siempre sin desvelar el protagonista hasta el final. Y aunque, a veces, vas intuyendo de quién se trata por localizaciones o por haber oído alguna que otra historieta, en otras ocasiones te pilla de sorpresa.
Santiago sabe situarte en el contexto de una época mediante detalles curiosos sin caer en escribir un manual aburrido al uso. La lectura de cualquiera de los tres libros es amena y divertida. No obstante algún tomo te gustará menos que otro, o quizás no te guste ninguno. En mi caso, con el que menos disfruté fue con La sangre de los libros, pero creo que esto depende de qué anécdotas conozcas de antemano.
Al no estar activa por aquí los últimos meses, no sabía cómo hablar de todo lo que he leído este tiempo atrás. Por tanto, he ido aplazando el momento hasta hoy. La bola de nieve está enorme, qué se le va a hacer.
Así que, inspirada por el reto 30 días 30 libros, haré una especie de diario durante un mes, en el que iré hablando de los libros que he leído durante este año para así contrarrestar la ausencia.
No seguiré ninguna pauta, simplemente iré presentando los libros que hayan dejado algo interesante que resaltar desde mi punto de vista. Tampoco serán reseñas, nunca hice un análisis exhaustivo de mis lecturas. Mejor llamarle impresiones o recuerdos que, al final, es lo que queda.
No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación.
Pienso que el comienzo de un libro es fundamental. Si un libro en su primera o segunda página no me dice algo interesante y/o estimulador difícilmente siga la lectura con ánimo de acabarla. De ahí la interminable lista de libros empezados que tengo y que nunca acabaré.
No es el caso (como se aprecia en las primeras líneas) de El mito de Sísifo de Albert Camus. Terminé su lectura hace unos meses y necesitaba recordarlo con cierta perspectiva para hablar de él. Es aquí donde el autor desarrolla su idea de «hombre absurdo» y reflexiona sobre la religión, el amor, el arte y, en definitiva, todas las razones por las que el hombre encuentra sentido en su vida. O no.
Un hombre que adquiere conciencia de lo absurdo queda ligado a ello para siempre. Un hombre sin esperanza y consciente de no tenerla no pertenece ya al porvenir. Esto es natural. Pero es natural también que haga esfuerzos por liberarse del universo que él mismo ha creado.
He leído ya varias obras de Camus hasta la fecha y es en El mito de Sísifo donde se retrata perfectamente esa filosofía que le caracteriza.
Alguien que desarrolla la idea de que «si el mundo fuese claro no existiría el arte» o «el pensamiento de un hombre es, ante todo, su nostalgia» me tiene ganada. Pero es que encima hace un guiño final a Kafka que corona el ensayo.
Desconozco si las condiciones de lectura pueden influir mucho en la experiencia de ésta. Yo leí este libro en un viaje durante horas de transporte público, aeropuertos y colas de espera. Será por eso que también le cojo un cariño especial a los buenos libros que me sorprenden durante el trayecto.
Pero junto con éste, hubo dos más (muy reputados por cierto) en ese mismo viaje. En concreto El coronel no tiene quién le escriba de Gabriel García Márquez y Demian de Hermann Hesse. No me gustaron especialmente, ni puedo compartir la idolatría que existe hacia ellos. Sin embargo, Camus me tuvo ensimismada con reflexiones y planteamientos sin el misticismo de Hesse ni el realismo mágico de Gabo.
¿Habéis leído este libro? ¿Os afectan las condiciones externas en la experiencia de lectura? ¿Qué obra es, para vosotros, la mejor de Albert Camus?
Febrero, a pesar de su brevedad, ha venido cargado de lecturas. La lluvia ha sido un complemento perfecto para, sobre todo, adelantar mucho el Reto Lorca 2018. Han sido cuatro los libros que me han acompañado en este último mes. Y son los siguientes:
Teatro completo, F. G. Lorca, Ed. Galaxia Gutenberg
He leído las diez primeras obras de teatro que el poeta granadino escribió entre 1919 y 1931. Antes del reto ya había releído algunos de sus textos más famosos como Bodas de Sangre, Yerma o el Romancero gitano. Pero, es cierto que, todos estos pertenecen a su madurez.
Por tanto he descubierto a un jovencísimo Lorca que experimenta, desde su único guión cinematográfico Viaje a la luna (1929) adaptada al cine por el pintor Frederic Amat (aquí su making of y más datos sobre la obra) hasta Mariana Pineda basada en la vida de una mujer andaluza que apoyó la causa liberal en la restauración absolutista de España del siglo XIX. También he reído con Los títeres de Cachiporra y he vuelto a la zalamería de La zapatera prodigiosa. No me gusta todo por igual (por supuesto que no), pero me parece un teatro muy simpático y alegre en el que se no se deja de retratar costumbres y lastres de la España rural de la época.
Nota: La edición que estoy leyendo está bastante completa y tiene muy buen precio. Yo lo compré en una librería pero también está disponible en Amazon.
Lo que te diré cuando te vuelva a ver, Albert Espinosa, Ed. Grijalbo
Un padre y un hijo emprenden juntos una búsqueda desesperada. Durante esta búsqueda se va a intercalar el pasado de ambos y de cómo éste ha influido en su relación actual.
Me regalaron este libro sin esperarlo y cuando vi el formato pensé «estupendo para una tarde» y exactamente, me duró una tarde. Fue una de las primeras lecturas del mes y, sinceramente, aunque tengo la sensación de que el autor pretendía ser directo y crudo, creo que ha conseguido todo lo contrario: demasiado sentimentalismo. La historia no está mal (tiene algún buen giro) pero no es mi estilo. Disfruto más con la narración fría y distante, sin mucha floritura. Desconozco sus demás obras pero tampoco me crean curiosidad. Lo peor de todo es que se repiten frases hechas hasta chirriar. Uno y no más, santo Tomás.
Pájaros a punto de volar, Patricia Highsmith, Ed. Anagrama
Ni crimen ni suspense, Pájaros a punto de volar es una recopilación de relatos psicológicos de la creadora de Mr. Ripley. En ellos, aparentemente, no pasa casi nada pero están tan magistralmente contados que te envuelven. Prefiero esto a que me chirríen las expresiones repetidas. No obstante me quedo con su novela negra y voy a seguir por ahí. Para relatos de este tipo escogería a Clarice Lispector o Alice Munro, por ejemplo.
La peste, Albert Camus, Ed. Edhasa
El escritor y filósofo francés narra cómo la peste llega a Orán en los años cuarenta y describe la catástrofe desde el punto de vista de varios personajes. Entre ellos hay un doctor, un periodista, un cura, un juez… Y así, vas viendo diferentes comportamientos que van desde el que se abandona para ayudar a los demás, hasta el que aprovecha la situación para sacar tajada. Como no.
Uno de mis grandes descubrimientos de 2017 es Albert Camus. Esta es la tercera obra que leo de él, después de El extranjero y El mito de Sísifo. Mientras que estas dos tienen un aire trágico y fatalista de la condición humana (filosofía del absurdo o existencialismo), La peste se presenta con la esperanza de que la solidaridad es posible.
La carencia que le veo es la ausencia de personajes femeninos. Apenas se nombra una «madre de» y varias «mujeres de». Y reconozco que yo, hace poco más de dos años, no habría reparado en esto. Pero cada vez me voy encontrando (concienzudamente) con personajes femeninos brutales y me han faltado aquí. Encima, creo que es un tema muy bueno para tocar en esta novela. Me imagino que dada la magnitud de las epidemias y cuando el número de muertos es tan elevado los roles de género tienden a desaparecer. Os invito a ver el documental «Viaje a la Edad Media – La peste negra» en el que el reconocido escritor Ken Follet explica su estudio y documentación para escribir Un mundo sin fin. Ahí, sí se toca el género.
A pesar de este pequeño apunte, ha sido (junto con el teatro de Lorca) un libro muy disfrutado, tanto por el planteamiento de la plaga como por su estilo conciso, directo y crudo sin pretensiones. Camus se va convirtiendo en uno de mis favoritos y seguiré leyendo sus obras.