La sonrisa etrusca

Sin título

Ternura. No encuentro otra palabra al concluir la lectura de La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro. Quizás sea porque su autor ya me provocó ternura cuando le escuché hablar en una entrevista donde pone su lucidez, sencillez y simpatía encima de la mesa.

La sonrisa etrusca se desarrolla en Milán, pero es contada en primera persona por un italiano del sur llamado Salvatore Roncore o Bruno, como se hacía llamar en su etapa de partisano. 

El desenlace de este libro se intuye en la sinopsis. No hace falta leerlo para saber como terminará la historia pero, a pesar de esto, te envuelve la indescriptible avalancha de emociones que este anciano muestra ante su nieto: Brunettino.

Podría decirse que es un libro de amor. Amor en el que eres infiel a ti mismo por rendirte ante alguien que nos da vida. Despojarse de pensamientos que nos han acompañado siempre y que, ante tal virulencia, nos parecen superfluos. Amor desnudo. Amor enternecedor. De ese amor hablo.

Todo ello contado desde pensamientos sencillos. 

Mi hermano y mi cuñada esperan un bebé. No sólo ellos, claro que no. Estamos todos expectantes y anhelantes.

Será por eso que digo siempre de que los libros según los momentos de la vida te pueden despertar diversas sensaciones, que esta vez La sonrisa etrusca me ha creado más ansia aún de conocer a este hombrecito que ya forma parte de la familia.

La infancia y la inocencia son siempre regalos capaces de dar muchas lecciones.

La pureza de un niño es lo que a Salvatore Roncore le lleva a querer vivir intensamente en el ocaso de sus días.

 

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2 pensamientos en “La sonrisa etrusca

  1. yolanda1965w dice:

    Extraordinaria reflexión, como siempre. Y, en cuanto al niño que va a llegar, no os podéis imaginar cuánto os va a enseñar y cómo va a cambiar la manera de mirar y de ver muchas cosas. Un saludo, compañera. Yolanda.

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