El 7 de febrero de 1910, seis intelectuales idearon una de las mayores bromas de la historia. Entre ellos estaba Virginia Woolf, en ese momento todavía Virginia Stephen, una aspirante a escritora de veintiocho años.
Es una historia curiosa, divertida e interesante que pone en tela de juicio la privacidad y la seguridad de la Inglaterra victoriana. Es también una fábula atemporal de cómo la prensa puede ser cómplice en el éxito de cualquier engaño.
Hasta el día de hoy, el único relato de primera mano de la broma es «The Dreadnought Hoax» escrito por Adrian Stephen, hermano de Virginia y miembro del conocido Círculo Bloomsbury, que inició la operación junto con el poeta William Horace de Vere Cole.
La idea era la siguiente:
Cole engañó a la Royal Navy para que le enseñase su buque insignia, el HMS Dreadnought, a una supuesta delegación de príncipes abisinios que en realidad eran Cole, Stephen y un grupo de cómplices, entre ellos la ya mencionada Virginia Woolf.
Para hacerse pasar por príncipes etíopes, se disfrazaron con turbantes y oscurecieron su piel con maquillaje. Virginia Woolf además se travistió, para lo cual se cortó el pelo y se puso barba.
Mientras inspeccionaban el barco, para mostrar sus apreciaciones, se comunicaban en una mezcla de suajili improvisado junto con fragmentos de citas de Homero y Virgilio en griego y latín que pronunciaban de forma que no fuese reconocible. De vez en cuando, se detenían y exclamaban «Bunga bunga», como muestra de admiración ante cualquier elemento existente en el buque. Pidieron alfombras de oración y ofrecieron falsas condecoraciones militares a algunos de los oficiales.
Esta, sin duda, es mi parte favorita. Hay que tener mucha “audacia lunática” (palabras del sobrino y biógrafo oficial de Virginia Woolf) para llevar a cabo esta farsa.
Una vez terminado el engaño, Horace de Vere Cole contactó con la prensa y envió una foto de los «príncipes» al Daily Mirror, haciendo público el engaño. En cuestión de una semana toda la historia y la foto estaba presente en varios diarios londinenses.
La Armada británica se convirtió en el hazmerreír del país, a pesar de que muchos dijeron que no se «tragaron» el engaño y, ante la duda, se limitaron a no decir nada. La prensa, como es de esperar, hizo eco inmediato de los acontecimientos como si el engaño hubiese sido total.
Que un grupo de jóvenes intelectuales en contra del imperialismo y la época victoriana consiguera, de cualquier modo, ridiculizar una institución definida por su clasismo y falsa moralidad me pone los pelos de punta.
¿A vosotros no?
Fuentes:
- A Virginia le gustaba Vita, Pilar Bellver, Ed. Dos Bigotes, 2016
- Brainpickings
- Wikipedia
Buenísima anécdota, de risa. Y qué valor mostraron eh. Un saludos, y gracias por compartir esto.
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La verdad que es valiente y arriesgado… ¡Y de mucha risa! Gracias por pasar por aquí.
Un saludo enorme 🙂
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Nos traes un pedazo de la historia divertida de la época. Disfrute de lo mejor. Bueno encontrar tu blog
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¡Gracias! Palabras así me animan mucho a seguir con este espacio.
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Buenísimo!! Nada mejor que una travesura con ingenio!!
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¡Doblemente buena!
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[…] adentrarse en sus novelas o ensayos de lleno. Además hace referencia a la hilarante anécdota del Dreadnought Hoax de la que soy muy […]
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