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La sociedad – Virginia Woolf

Cuando leo a Virginia Woolf  me da resaca.

Su personalidad me causa mucha curiosidad. Su elocuencia, su estilo cuidado, su autoexigencia y la dureza que empleaba en sus críticas literarias (que, por descontado, se podía permitir por la perfección de sus textos) son cualidades dignas de admiración.

Por todas estas razones quiero devorar todo lo que escribió, pero no puedo más que leer de vez en cuando y digerir lentamente. Con templanza. Si no lo hago así, me da resaca.

En este asalto estoy con algunos de sus relatos cortos y me ha llamado la atención uno en especial llamado «La sociedad». Tiene muchos tintes de su famosa obra «Una habitación propia» pero con menos páginas. Diría que es aconsejable para una toma de contacto con Virginia, sin adentrarse en sus novelas o ensayos de lleno. Además hace referencia a la hilarante anécdota del Dreadnought Hoax de la que soy muy fan.

El relato en cuestión comienza así:

Así comenzó todo. Éramos un grupo de seis o siete reunidas después del té. Algunas miraban hacia la sombrerera de enfrente, donde las plumas rojas y las pantuflas doradas seguían iluminadas en la vidriera; otras dejaban pasar el tiempo construyendo pequeñas torres de azúcar en el borde de la bandeja del té. Pasado un momento, según lo recuerdo, nos ubicamos alrededor del fuego y comenzamos, como de costumbre, a elogiar a los hombres. Qué fuertes, qué nobles, qué inteligentes, qué valientes, qué bellos eran; y cómo envidiábamos a aquellas que, por las buenas o por las malas, lograban unirse a uno de por vida. Hasta que Poll, que había permanecido en silencio hasta el momento, rompió a llorar.

Para seguir leyendo os dejo el relato completo en PDF –> La sociedad

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Dreadnought hoax – El engaño del Círculo Bloomsbury

El 7 de febrero de 1910, seis intelectuales idearon una de las mayores bromas de la historia. Entre ellos estaba Virginia Woolf, en ese momento todavía Virginia Stephen, una  aspirante a escritora  de veintiocho años.

Es una historia curiosa, divertida e interesante que pone en tela de juicio la privacidad y la seguridad de la Inglaterra victoriana. Es también una fábula atemporal de cómo la prensa puede ser cómplice en el éxito de cualquier engaño.

Hasta el día de hoy, el único relato de primera mano de la broma es «The Dreadnought Hoax» escrito por Adrian Stephen, hermano de Virginia y miembro del conocido Círculo Bloomsbury, que inició la operación junto con el poeta William Horace de Vere Cole.

La idea era la siguiente:

Cole engañó a la Royal Navy para que le enseñase su buque insignia, el HMS Dreadnought, a una supuesta delegación de príncipes abisinios que en realidad eran Cole, Stephen y un grupo de cómplices, entre ellos la ya mencionada Virginia Woolf. 

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Para hacerse pasar por príncipes etíopes, se disfrazaron con turbantes y oscurecieron su piel con maquillaje. Virginia Woolf además se travistió, para lo cual se cortó el pelo y se puso barba.

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Mientras inspeccionaban el barco, para mostrar sus apreciaciones, se comunicaban en una mezcla de suajili improvisado junto con fragmentos de citas de Homero y Virgilio en griego y latín que pronunciaban de forma que no fuese reconocible. De vez en cuando, se detenían y exclamaban «Bunga bunga», como muestra de admiración ante cualquier elemento existente en el buque. Pidieron alfombras de oración y ofrecieron falsas condecoraciones militares a algunos de los oficiales.

Esta, sin duda, es mi parte favorita. Hay que tener mucha “audacia lunática” (palabras del sobrino y biógrafo oficial de Virginia Woolf) para llevar a cabo esta farsa.

Una vez terminado el engaño, Horace de Vere Cole contactó con la prensa y envió una foto de los «príncipes» al Daily Mirror, haciendo público el engaño. En cuestión de una semana toda la historia y la foto estaba presente en varios diarios londinenses.

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La Armada británica se convirtió en el hazmerreír del país, a pesar de que muchos dijeron que no se «tragaron» el engaño y, ante la duda, se limitaron a no decir nada. La prensa, como es de esperar, hizo eco inmediato de los acontecimientos como si el engaño hubiese sido total.

Que un grupo de jóvenes intelectuales en contra del imperialismo y la época victoriana consiguera, de cualquier modo, ridiculizar una institución definida por su clasismo y falsa moralidad me pone los pelos de punta. 

¿A vosotros no?

Fuentes:

  • A Virginia le gustaba Vita, Pilar Bellver, Ed. Dos Bigotes, 2016
  • Brainpickings
  • Wikipedia
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